La micromaratón

La micromaratón es una competición que se organiza cada año en las fiestas de Villafeliz de la Sobarriba, muy cerca de León. Es el evento principal de las fiestas del pueblo y por eso se le reserva el prime-time de la semana: el sábado por la tarde, después del tradicional paseo en traje folklórico de las peñas y antes de la cena popular en la plaza del pueblo. Si uno no ha asistido nunca a la micromaratón, la primera vez no es difícil sorprenderse de la disposición geométrica de los asistentes. Lo habitual en los tumultos tiende a ser la estructura circular, partiendo de un punto neurálgico gradualmente rodeado con más o menos eficiencia a base de perímetros concéntricos. Es el caso de niños de siete años jugando al fútbol formando corros de tamaño creciente entorno a una pelota, o de adolescentes en el patio del colegio entorno a una pelea espontánea entre dos compañeros. Sin embargo, en la micromaratón de Villafeliz de la Sobarriba la densidad de población se expande a lo ancho. Esto es, sobre todo, debido a la propia estructura de la micromaratón. “Micro” es la partícula que divide por un millón, y la maratón es la modalidad olímpica de carrera contínua de cuarenta y dos quilómetros de longitud. De manera que una micromaratón no es más que una carrera que consiste en recorrer una millonésima parte de cuarenta y dos quilómetros. Un cálculo que, si uno se entretiene en mover los ceros y las comas unas cuantas posiciones de aquí para allá, da un resultado de cuatro coma dos centímetros. Es decir, que la micromaratón es una carrera que consiste en recorrer un poquito más de cuatro centímetros. De ahí que los participantes se coloquen en una extensa fila, frente a la cual, en el suelo, hay dibujadas dos rectas absolutamente paralelas, a una distancia exacta de cuatro coma dos centímetros. Evidentemente, no es la velocidad en recorrer esa minúscula distancia lo que determina el ganador de la prueba. La foto-finish necesaria para averiguar quién sería el más rápido sería de una dificultad técnica muy por encima de las posibilidades del presupuesto de las fiestas del pueblo. No. La micromaratón no la gana quien recorre esos centímetros más rápido. Es el ganador de la micromaratón del año anterior quién decide el ganador de ese año. Desde que la micromaratón existe (afirman que nació en el año cuarenta y dos, pero no existen pruebas de si fue antes, o después), el ganador de cada año, al año siguiente, se coloca en lo alto del campanario de la iglesia (desde dónde se le supone la capacidad de abarcar con la vista a todos los participantes), y da el pistoletazo de salida. Como es de suponer, la carrera termina casi inmediatamente, pues apenas tardan un segundo los atletas en cruzar las dos líneas paralelas dibujadas en el suelo. El ganador de la prueba del año pasado se toma entoncs unos minutos de reflexión, y cuando se hace el silencio oportuno, grita el nombre del ganador desde lo alto del campanario. ¿Cómo decide quién es el que gana la prueba, si no es posible determinar quién ha sido el más rápido? En un principio, no se sabe. Ni tampoco se necesita saber, esa es la filosofía. Si uno le pregunta a los locales de Villafeliz (a Manolo, a Eva, a Willy, a los chicos de la taberna de Món), unos le responderán que gana el que se disfraza más originalmente, otros que gana el que grita con más fuerza mientras atraviesa los cuatro centímetros, y otros dirán que gana el que se ha mostrado más alegre los días de fiesta anteriores a la micromaratón. La belleza y el misterio de la micromaratón radican en ese vacío legal y voluntario en que se fundamenta la competición. La fiesta de la micromaratón consiste, básicamente, en todo lo que la rodea, y no en la carrera en sí. Si la carrera empieza a las ocho, a las cinco ya hay un ambiente de fiesta entorno a la linea de salida. Los que se han disfrazado hacen ostentación de sus disfraces, los que tienen preparado algún show avisan también de lo van a hacer, y se producen las habituales quinielas sobre qué razonamiento utilizará el ganador del año pasado para decidir el ganador de este año. El éxtasis del instante en que dura la carrera es una enorme explosión de júbilo que se alarga unos minutos más, después del pistoletazo de salida. Cuando el propio pueblo decide que hay que callar para escuchar el veredicto y el nombre del ganador es proclamado, entonces se desencadena un amplio debate sobre por qué ha sido declarado el ganador. Por supuesto, ha habido años en que el resultado ha rezumado tufillo a nepotismo. Pero han sido minoría. Lo más habitual es que, después de más bien pocos minutos, todo el pueblo sepa qué argumento ha utilizado el juez para declarar el ganador de ese año (los motivos suelen ser o bien absurdos, o bien intencionadamente cómicos, como quién se ha puesto la peluca más rubia, quién lleva menos ropa, o quién realiza un movimiento más sexy al cruzar la línea de meta). Una vez sabido el desenlace y su porqué, todo el mundo se acerca al ganador para felicitarle, y ya se puede continuar la fiesta con la cena popular en la plaza del pueblo. En total habrán sido unas cuatro horas de camaradería y humor. Porque de eso es de lo que se trata. Aunque, como es comprensible (por ser la nuestra la condición humana), haya participantes que se tomen la competición demasiado en serio, y surjan recelos y sensibilidades, en esencia, la micromaratón es únicamente una excusa para pasárselo bien con los paisanos. Y así es para la mayoría. Si tenéis oportunidad de visitar Villafeliz de la Sobarriba, no os lo perdáis. Id a las fiestas del pueblo, y asistid a la celebración de la micromaratón. Es un evento absolutamente único en el mundo.